Marcho!
Marcho! Así, con su signo de
exclamación. ¡Cuántas veces! ¡de cuántas formas! Lo digo mucho y con muchos
significados distintos, pero siempre es la misma palabra: marcho! Si hay algo
malo, alguien que no me gusta, marcho! Lo dejo atrás. Si, por el contrario,
estoy disfrutando pero hay que irse, marcho! Con pena pero marcho, porque todo
lo bueno es breve y parece que se acaba muy pronto. Si hay un camino difícil,
marcho igual, como marcha un ejército, con decisión y ánimo resignado.
Marchando vamos al trabajo, a comer, a descansar, a dormir. Marchamos pa´casa.
Marchamos de vacaciones. Pero el mejor tiempo del verbo marchar es, sin duda,
su presente, yo marcho, exclamando, o alivio, o pena, o desafío. Pero vamos
marchando.
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