martes, 21 de noviembre de 2023

Las ganas de llorar


Los días de piscina Merchi sale de casa con una alegría que se le nota. Hasta que llega al pabellón las canciones le nacen de forma espontanea: Chiquitita dime porqué, vamos a Noa, Noa...Y eso que en el horario de mañana, las personas que nadan son mayores que tienen, quizás, el derecho a quejarse de no sé cuántos dolores.

Merchi canta en el vaso, el vestuario, el pasillo, cuando se mete en la ducha los pupurrís de canciones se mojan: yo tengo unos ojos negros quién me los quiere comprar, bésame, bésame mucho como si fuera esta noche, cucurrucucú palomaaaa, cucurrucucú cantaba, mi niña Lola, si nos dejan nos vamos a querer toda la vida.

Llega otra nadadora y se coloca en la ducha contigua Merchi se calla, pues le está diciendo algo. Una lista de las enfermedades de todos los miembros de su familia y cuando termina sigue con las desgracias de gente famosa, las guerras, los rusos, ucrania, los palestinos, Gaza...

Merchi ahora retoma con más ahínco su popurrí consiguiendo que la otra se una con un estribillo pegadizo. 

Las ganas de llorar se pasan cantando.

Sonrisas mil

Nolis



Como una mañana de verano

 


Si pienso en una mañana de verano, siento algo como una promesa de un día nuevo, presintiendo ya la alegría que vendrá. Algo necesario como un sorbo de agua en un día de calor, y como el calor del fuego en un invierno lejano. Algo como el bocado del pan fresco, como el olor del buen caldo, como la brisa al lado del mar.

Algo que suena como las voces de los niños jugando en la calle, como la letra de la canción que se cuela una y otra vez. Algo que estremece como el frío del agua salada en la piel.

Sorprendente e inesperado como el paisaje a través de la ventanilla, algo siempre nuevo como las caras sonrientes que saludan al pasar.

Como el color verde, el rojo y el azul. Exactamente así, de esta manera, como son la esperanza, la intensidad y, por fin, la calma.

Al despertar en una nueva mañana de verano uno se siente aliviado, como el hombro cansado del caminante que deja la bolsa y se sienta en la hierba a ver el horizonte, animado como quien ve la luz de la ventana de la casa que aparece al fin del camino en una noche de lluvia.

La mañana de verano puede ser también algo como hoy, la tarde del martes, a golpe de noviembre.



miércoles, 1 de noviembre de 2023

 Marcho!

Marcho! Así, con su signo de exclamación. ¡Cuántas veces! ¡de cuántas formas! Lo digo mucho y con muchos significados distintos, pero siempre es la misma palabra: marcho! Si hay algo malo, alguien que no me gusta, marcho! Lo dejo atrás. Si, por el contrario, estoy disfrutando pero hay que irse, marcho! Con pena pero marcho, porque todo lo bueno es breve y parece que se acaba muy pronto. Si hay un camino difícil, marcho igual, como marcha un ejército, con decisión y ánimo resignado. Marchando vamos al trabajo, a comer, a descansar, a dormir. Marchamos pa´casa. Marchamos de vacaciones. Pero el mejor tiempo del verbo marchar es, sin duda, su presente, yo marcho, exclamando, o alivio, o pena, o desafío. Pero vamos marchando.

 

Claro de luna

- ¡Me tenéis frito!- grita el director de la orquesta.  El ensayo no fluye, pese a que empezaron a afinar los instrumentos recién estrenada ...