Al submarino le falló el GPS. Escaparon peces de colores, calamares y algas cuando emergió de las aguas gélidas del mar y acarició una góndola.Ella sacó su medio cuerpo de mujer por la escotilla y no acertó a disculparse. Su vergüenza era mayúscula y no la supo esconder al ver los ojos de cine del gondolero. Él no reaccionó ante tal hermosura.
Trás su encuentro casual empezaron su rutina después del desayuno. Ella le gritaba-nos vemos a las tres-, él sonreía y se quedaba mirando hasta que el submarino se sumergía entre globitos de agua sin espuma. Habían decidido casarse cuando ella pudiese bailar fuera del agua.
Sonrisas mil
Nolis
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