RUMBO AL NORDÉS Mar García García marzo 2023
Estimada inspectora, tal y como me solicitó, le mando estas notas en relación a la muerte de Olvido Cienfuegos con mi interpretación de lo sucedido.
Desde el primer momento la hipótesis del suicidio en una mujer culta, atractiva y sin cargas conocidas me resultó difícil de creer. Una catedrática no se suicida, todo lo más se prejubila y viaja a la India.
Lo siguiente que me llamó la atención fue la aparente contradicción en los objetos encontrados. ¿Porque una gabardina raída en una mujer de economía holgada?, ¿que hace una cita de un poema de amor, o de desamor en un reloj tan obscenamente caro?. Nadie regala algo tan ostentoso con algo tan sutil, no tiene sentido. Al final, creo resuelto el puzzle y, como en las novelas policiacas, la explicación real resulta ser la mas sencilla. En este caso, un mera sucesión de hechos fortuítos. Así es como yo lo veo:
La doctora Cienfuegos era muy apreciada como docente, respetada y querida por sus alumnos. Una vez al mes organizaba con ellos una especie de seminario donde, de una manera menos académica, se disertaba sobre temas relacionados con la asignatura. A ella le gustaba acudir caracterizada interpretando el papel de algún personaje relacionado con el asunto tratado. La noche anterior habían hablado sobre la poesía en la música americana del siglo XX. Ella, como un personaje de Leonard Cohen, se había presentado con aquel viejo impermeable azul que colgaba olvidado en el fondo de su armario.
Al acabar la reunión, entrada la noche, ella y algunos de los alumnos se fueron a tomar unas copas. Cuando fue a pagar su mano tropezó con el reloj. Aquel estúpido reloj. No se acordaba que lo guardaba ahí.
Se despidió de sus alumnos y con paso un poco vacilante dejó que su cabeza navegara entre recuerdos mientras ella caminaba sin rumbo por las calles vacías.
Había pasado mucho tiempo. Se conocieron en un hotel. Ella estaba de vacaciones y el en viaje de negocios. No tenían nada que ver el uno con el otro. El era un hombre poco leído, un ricachón sin pulir que solo leía las páginas naranja del periódico. Ella era una mujer refinada y vanidosa que despreciaba lo vulgar. Y sin embargo, allí, en las paredes de aquella habitación habían construido un mundo a su medida. Un mundo donde eran solo un hombre y una mujer. Donde el deseo era amor y donde el amor era posible.
Aquel primer encuentro fortuito dio paso a una sucesión de citas, siempre secretas, siempre hablando poco. Cuando se despedían, fuera de la habitación, volvían a ser dos extraños. Los dos sabían que aquello tenía que terminar.
Ella tomó la decisión. En el siguiente encuentro le diría que nunca mas, que todo había acabado. Pero antes, le daría a su relación una oportunidad. Y así, antes de salir de habitación, sin que el se diera cuenta cogió aquel absurdo reloj y lo escondió en su maleta. Pondría a su amante a prueba. Haría grabar en el reloj una frase de un delicado poema de amor de Garcilaso. En su próximo encuentro le devolvería el reloj sin palabras. Entonces ella observaría su reacción. Si él entendía el mensaje, si reaccionaba de la manera adecuada, no le diría nada y seguirían juntos. Le valdría cualquier pequeño gesto: una sonrisa tierna, un acercamiento, un cambio...
Pero no pasó nada de lo previsto. Simplemente él no apareció a la cita y nunca mas volvieron a verse. Tiempo después supo que se había casado y apenas hacía dos años que apareció publicada la noticia de su muerte. Para entonces, ella ya no le lloró, pero mantuvo juntas todas las piezas de sus recuerdos, guardadas en los bolsillos de esa exclusiva y costosa gabardina vintagge, tan fea, que él le había regalado
Y los recuerdos como vienen se van. Volvió al presente y se sonrió al descubrir que en su deambular había ido a parar a la rosa de los vientos.
"Muy literario.", pensó " En fin, pongamos rumbo al mañana".
Se recostó sobre el nordés y, allí, frente al mar, sintiendo el viento en la cara rumbo a lo desconocido, empezó a pensar en el siguiente seminario. Trataría sobre la influencia de las drogas en la literatura del siglo XXI. Aún estaba un poco bebida y le pareció que era el momento perfecto para una pequeña investigación académica. Sacó aquel extraño porro que le había pasado uno de sus alumnos. Parecía ser que estaban de moda los porros de hortensia, que provocaban un extraño estado mental. Lo encendió inhalando lenta y muy profundamente. Y quizá eran los gin tónics pero se sentía tan bien, tan plena... ¡Le gustaba tanto su trabajo! ¡Le gustaba tanto su vida.!...
FIN
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