martes, 2 de abril de 2024

ES TODO MENTIRA

 

El detective Madison tiene un nuevo encargo. Un hombre quiere localizar, saber dónde está, a un sobrino, el único hijo de su única hermana. El cliente facilita al investigador un único dato de su sobrino: vive en la calle Sarasate, en Barcelona. O vivía. Lo sabe porque las últimas cartas que recibió de su hermana llevaban esa dirección bajo el nombre del remitente. Luego, los hermanos se enfadaron y dejaron de hablarse, ni siquiera, por carta, como hacían desde hacía años. De esto hace una eternidad.

¡Cómo se arrepiente ahora! Sabe que su hermana ya no vive, se enteró de su muerte casi sin querer. En una conversación trivial alguien lo dijo sin saber la tristeza que esa noticia iba a provocar. Fue como una patada. Se dio cuenta de cuánto había perdido al comprender que ya nunca sería posible un reencuentro. Se hizo demasiado tarde para lamentos. No es con ella con quien puede volver a hablar. No puede cambiar lo que pasó, pero con su sobrino puede ser diferente. Aunque debe darse prisa en encontrarlo porque a él no le queda ya tampoco mucho tiempo.

El cliente no tiene hijos pero sí un buen patrimonio. No tiene descendientes, no tiene quién le herede. De su apellido no quedará nadie, salvo su sobrino. Quiere saber cómo es ese hombre, qué hace, a qué se dedica, si tiene familia. Quiere saber si es merecedor de todo lo que el cliente dejará a su muerte. Quisiera imaginarlo como un hombre de bien. Carlos, su sobrino, fue lo que antes se llamaba un hijo de soltera, por eso lleva el apellido de su madre, Borrazás. Por eso, tío y sobrino se llaman igual, Carlos Borrazás. Su hermana no se casó, simplemente tuvo un hijo y se fue de la casa familiar. Ésa precisamente fue una de las razones de la pérdida de contacto con su familia. En aquellos años, la vergüenza pudo con todo.  

-Entonces, Carlos Borrazás, ésa es la persona a buscar, concluye Madison

-Sí, Carlos Borrazás, como yo

-En la calle Sarasate, en Barcelona

-Sí, Sarasate, 20, 4º Izquierda, para más señas

-No parece difícil. Acepto el trabajo. En unos días tendrá noticias mías.

 

Como Madison siempre va al grano, al día siguiente coge el puente aéreo Madrid Barcelona. Cuando llega a su destino, simplemente dice al taxista: Sarasate, 20. Y cuando el hombre arranca, simplemente le pregunta: ¿de casualidad conoce usted a un tal Carlos Borrazás?

-No me suena, la verdad. Barcelona es muy grande, señor. Viven aquí más de un millón de personas.

En el cuarto izquierda no abren la puerta. Madison, cansado del vuelo, decide meterse en un bar y beber algo. Sin pensar mucho, se mete en el primero que encuentra, en esa misma calle.

 

Noche. Interior. Local con un escenario a media luz. Mesas, gente bebiendo, fumando, riendo. Una figura sale tras de una cortina. Viste un precioso vestido de terciopelo negro, con tirantes finos que dejan ver unos brazos delgados, algo musculados. Puede disfrutarse de la visión de un cuerpo esbelto, bien formado. El cuello y los hombros están ocultos bajo una estola de plumas. El rostro está también oculto bajo una redecilla no muy tupida. El pelo recogido hacia atrás, corto, se encrespa un poco en la zona de la nuca. Unos zapatos de tacón también negros lucen en unas piernas fabulosas, bien visibles al sentarse en un taburete.

La figura comienza a bailar, se mueve maravillosamente bien. ¡Qué movimientos de cadera!, giros lentos, suaves, con unas manos delicadas moviendo sus dedos perfectamente al compás de la melodía. La figura de negro va perdiendo prendas, como si fuera un juego. De repente, hacia el final del espectáculo, el público murmura. Pero… ¡si es un hombre! Y es que el número acaba con un desnudo integral.

 

-¿Es usted Carlos Borrazás?

-Sí. Vivía con mi madre sí, aquí en la calle Sarasate, pero no en el número 20, 4º izquierda. Vivíamos aquí mismo, en el cuarto de atrás del local. No recuerdo nada de un tío. Mi madre no sabía nada de su familia desde hacía siglos. Tuvo un hijo sin casarse y se fue de casa de sus padres, sin más. Yo era todo lo que ella tenía. La cuidé hasta el último de sus días. Trabajo aquí, soy el decorador, soy también mi propio estilista, modisto y peluquero. Tengo mi número especial. Soy el artista principal. Toda Barcelona viene aquí para verme. Pero no se equivoque. Soy ordenado, disciplinado y cumplidor. Formal como el que más. Un hombre como debe ser. Me visto por los pies, aunque sea un vestido de terciopelo negro. ¿Qué quiere usted de mí?  

-Creo que usted es el único heredero de su tío, y su tío quiere saber de su vida, quiere saber si usted es merecedor de su fortuna, de heredar su nombre.

-Pues cuéntele lo que acaba de ver, y explore su gesto. Y luego, después, cuando mi tío tome una decisión, dígale ¡Es todo mentira!  



Claro de luna

- ¡Me tenéis frito!- grita el director de la orquesta.  El ensayo no fluye, pese a que empezaron a afinar los instrumentos recién estrenada ...