En un susurro
amarillo y dulzón,
senda de hormigas.
Un matrimonio está en el salón con las cortinas abiertas. Su casa en el barrio de Adormideras tiene vistas del paseo marítimo. Son las cinco de la tarde y los paseantes empiezan a desfilar con fluidez.
El marido, con el pelo al estilo cantante de los bee-ges, está enfrascado en una serie turca. Su mujer, de pelo corto blanco y jersey de media manga, mira con los prismáticos-no le gusta la tele- y queda perpleja con lo que ve y llama a su marido con voz apremiante. Le pasa los prismáticos y le cuenta que la mujer, que ahora tiene la cabeza recostada sobre el muro del malecón, venía andando ayudándose de las manos. Le dice que hace nada se quitó un foulard, bebió agua y secó los ojos con la mano. Y ahora con la cabeza apoyada en la hierba del malecón no se mueve.
La mujer le pide que vaya a ver. Y no sabe porqué no bajó con su marido. Y tiene que hacer algo. Y entonces abre la ventana y grita fuerte:
-¿Se encuentra bien?
La interpelada levanta la cabeza. Se incorpora. Se gira hacia la voz. Ve a una mujer, de pelo corto y blanco, que señala hacia el portal de su casa. Y no entiende a qué viene tanto gritar. Ahora que estaba tan bien. Se lleva la mano al pecho - gesto que equivale a ¿es a mí?-. En ese momento su cabeza piensa y les grita a los dos, pues el doble de los bee-ges ya corre hacia ella. -Estoy observando la vida que hay por aquí, gracias por la preocupación.
El hombre encoge los hombros y se vuelve. Su mujer respira profundo.
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¡Qué bien salir del hormiguero por primera vez! Me llamo Din. Voy con las hormigas de mi edad. Todas en fila. Es todo tan, tan, tan. Aún no me sale la palabra, pero diría nuevo y tan bonito y distinto al hormiguero, que me estoy saliendo de la fila. La que tengo detrás me pregunta adónde voy y le digo, que se me cayó algo más atrás. En su cara noto que no me cree, pero guarda silencio que es lo que a mí me interesa.
Detecto sonidos y mucha luz en la parte contraria de la fila. Corro mucho hacia allí. Estoy subiendo ligera hacia el parasol. Tiene mucho color. La conozco de oírsela describir a mi madre. A medida que subo por su tallo veo más su luz. Y tiene un olor anisado que casi, casi ya saboreo.
Llego. Me escondo en la fragancia de sus flores pequeñas. Continúo allí mucho rato pese a que las demás gritan mi nombre.
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El primer día de clase en el taller “haiku:construcción poética japonesa”. Nuestro profesor tras una breve introducción escribe en la pizarra la palabra OB-SERVAR y nos dice que el ejercicio para el próximo día será observar la naturaleza de nuestro entorno para aprender a ob-servar (con guión), que significa ponernos en lugar del otro ya sea: hoja, insecto, sol, brisa...Finalidad del Haiku.
Al llegar a casa mi marido me pregunta qué tal me fue y yo no le digo que en nada me desapunto del curso.
Hace poco que vivimos en el barrio de Adormideras. Al lado de la Torre de Hércules patrimonio de la humanidad y símbolo indiscutible de la ciudad de A Coruña.
A nuestra casa no le falta ni una cortina. Las abrimos cuando tenemos visita por lo de enseñar las vistas.
El domingo me voy al paseo marítimo a observar para el ejercicio. Me acerco al panel informativo de los turistas- la zona es nueva para mí, pues vivíamos en la Ronda de Outeiro, con tráfico a todas horas-. Le saco una foto con el móvil. Confío en identificar la vegetación o por lo menos los pájaros. Pues para escribir los haikus debemos llamar a las flores, pájaros o árboles por su nombre.
Son las cinco de la tarde. Hace bastante viento y mar de fondo y en algunos tramos del paseo tienes que pasar corriendo para que el agua no te salpique. Las gaviotas chillan muchísimo. Yo me paro a mirar lo que les sucede. La marea arrastró a las rocas cercanas al malecón una estrella de mar. Una gaviota, de entre las muchas que hay al acecho, la tiene cogida con su pico. Yo hago aspavientos y grito y busco aliados entre la gente de alrededor. Y la gaviota, después de darle vueltas y vueltas con el pico, la acomoda y la traga entera, Alguien dice a mi lado “la naturaleza es así”.
La frase me retumba. Retumba. Retumba. Retumba.
Hago ejercicios de respiración. Saco el foulard del cuello y la botella de agua de la mochila. Bebo. Respiro hondo. Bebo. Respiro hondo. La emoción negativa sale con las lágrimas, que seco con la mano. Las piernas aún me flaquean, cuando empiezo a andar apoyando las manos en el malecón: Poco a poco, poco a poco. Después. Después... intento concentrarme en lo que me rodea.
Observo todo y agacho la cabeza. Toco y huelo. Toco y Huelo.
Identifico con el móvil: uñas de gato-planta invasora- tojos, mucho perejil silvestre o hinojo en flor.
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Meridel observa ahora cómo una nube de gorriones va píando de un arbusto a otro. Después descubre la hierba de enamorar con flores rosas. Tan llamativas que coge un ramillete y también un poco de hinojo con un olor anisado ¡tan fresco!, y huye de las hormigas, que ve al otro lado.
En casa reparte las flores silvestres, mientras le cuenta a su marido la anécdota del matrimonio.
- ¡Qué atentos!-dice- una piensa que pasamos inadvertidos y no es verdad.
Y por primera vez desde que vive en ese piso abre cortinas y ventanas. Quiere libertad. Hasta hoy no era consciente de su entorno. De la naturaleza en su plenitud.
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Es casi una aventura salir del parasol. Y del jarrón. Y recorrer la encimera de la cocina. Y subir por el marco de la ventana. Y aprovechar el aire que mueve la cortina y dejarse ir.
En el suelo Din corre hacia la libertad del hormiguero.
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A la semana siguiente
Maridel va por el paseo Serpent con sus nuevos amigos, el matrimonio de la anécdota de la gaviota, que tanto se preocupó por ella. Daniel, en vez de ver la serie turca, le señala todo lo que se ve desde adormideras.
-Cerca y de izquierda a derecha- enumera Daniel emocionado- Faro Prioriño, puerto exterior de Ferrol, Ría de Ferrol, A Marola, Seixo Branco, Cadaval, faro de Mera, Mera, Santa Cruz, Castillo de Santa Cruz, playa de Bastiagueiro. Lejos de izquierda a derecha- continúa diciendo Daniel- cabo Prioriño, montes Brión, monte Faro, playa y ermita de Chanteiro, monte Caxado(As Pontes), baliza, Monfero, castelo dos Andrade y al fondo Curtis(terra Chá).
- Sí que se ve, sí - dice Meridel fascinada con la panorámica. Incluso ve salir la luna redonda, redonda.
Maridel y su marido se acostumbraron a disfrutar de Adormideras. Ella sigue en el taller de construcción de haikus, que le aporta serenidad y algo de poesía. Conoce nombres de árboles y pájaros de la zona gracias a Daniel: Colirrojo tizón, metrosidero, urraca rabilonga, mirlo...
¡Ah! Se deshizo de todas las cortinas. Y fotografía desde casa amaneceres, atardeceres y el mar con sus temporales, o no. Las sube a Instagram y tiene muchos seguidores.
Y ¿os preguntaréis que sucedió con Din? Pues sigue castigado porque se escapó de la fila y sus explicaciones sobre el lugar dónde estuvo no convencieron a nadie.
Sonrisas mil
Nolis(Agosto 2023)

